Descubren cuál era la temperatura en la última edad de hielo: hallazgo podría arrojar luz sobre el clima futuro
Sus hallazgos permiten a los científicos del clima comprender mejor la relación entre los crecientes niveles actuales de dióxido de carbono atmosférico, un importante gas de efecto invernadero, y la temperatura global promedio.
Un equipo dirigido por la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, ha fijado la temperatura de la última edad de hielo, el último máximo glacial de hace 20.000 años, en unos 46 grados Fahrenheit, unos 8 grados centígrados, según publican en la revista ‘Nature’.
Sus hallazgos permiten a los científicos del clima comprender mejor la relación entre los crecientes niveles actuales de dióxido de carbono atmosférico, un importante gas de efecto invernadero, y la temperatura global promedio.
El Último Máximo Glacial, o LGM por sus siglas en inglés, fue un período gélido en el que enormes glaciares cubrieron aproximadamente la mitad de América del Norte, Europa y América del Sur y muchas partes de Asia, mientras que la flora y la fauna que se adaptaron al frío prosperaron.
«Tenemos muchos datos sobre este período porque se ha estudiado durante mucho tiempo -asegura Jessica Tierney, profesora asociada en el Departamento de Geociencias de Arizona-. Pero una pregunta a la que la ciencia ha querido respuestas durante mucho tiempo es simple: ¿cuánto de fría fue la edad de hielo?».
Tierney encontró que la temperatura global promedio de la edad de hielo era 6 grados centígrados más fría que la actual. Por contexto, la temperatura global promedio del siglo XX fue de 14 grados. «En su propia experiencia personal, eso puede no parecer una gran diferencia, pero, de hecho, es un gran cambio», asegura Tierney.
Ella y su equipo también crearon mapas para ilustrar cómo variaban las diferencias de temperatura en regiones específicas de todo el mundo. «En América del Norte y Europa, las partes más al norte estaban cubiertas de hielo y eran extremadamente frías. Incluso aquí en Arizona, hubo un gran enfriamiento -señala Tierney-. Pero el mayor enfriamiento se produjo en las latitudes altas, como el Ártico, donde hacía unos 14 grados más frío que hoy».
Sus hallazgos encajan con la comprensión científica de cómo reaccionan los polos de la Tierra a los cambios de temperatura. «Los modelos climáticos predicen que las latitudes altas se calentarán más rápido que las latitudes bajas», señala.
«Cuando miras las proyecciones futuras, hace mucho calor sobre el Ártico. Eso se conoce como amplificación polar -continúa-. De manera similar, durante el LGM, encontramos el patrón inverso. Las latitudes más altas son más sensibles al cambio climático y lo seguirán siendo en el futuro».
Conocer la temperatura de la edad de hielo es importante porque se usa para calcular la sensibilidad climática, es decir, cuánto cambia la temperatura global en respuesta al carbono atmosférico.
Tierney y su equipo determinaron que por cada duplicación del carbono atmosférico, la temperatura global debería aumentar en 3,4 grados, que está en el medio del rango predicho por la última generación de modelos climáticos (1,8 a 5,6 grados).
Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera durante la edad de hielo fueron de aproximadamente 180 partes por millón, lo cual es muy bajo. Antes de la Revolución Industrial, los niveles aumentaron a aproximadamente 280 partes por millón, y hoy han llegado a 415 partes por millón.
«El Acuerdo de París quería mantener el calentamiento global a no más de 1,5 grads por encima de los niveles preindustriales, pero con los niveles de dióxido de carbono aumentando así, sería extremadamente difícil evitar más de 2 grados del calentamiento», apunta Tierney.
«Ya tenemos alrededor de 1,1 grado en nuestro haber, pero cuanto menos caliente nos calentamos, mejor, porque el sistema terrestre realmente responde a los cambios en el dióxido de carbono», advierte.
Dado que no había termómetros en la edad de hielo, Tierney y su equipo desarrollaron modelos para traducir los datos recopilados de los fósiles de plancton oceánico a temperaturas de la superficie del mar. Luego combinaron los datos fósiles con simulaciones de modelos climáticos del LGM utilizando una técnica llamada asimilación de datos, que se utiliza en el pronóstico del tiempo.
«Lo que sucede en una oficina meteorológica es que miden la temperatura, la presión, la humedad y usan estas medidas para actualizar un modelo de pronóstico y predecir el clima -explica Tierney-. «Aquí, utilizamos el modelo climático del Centro Nacional de Investigación Atmosférica con sede en Boulder para producir una predicción del LGM, y luego actualizamos esta predicción con los datos reales para predecir cómo era el clima».
En el futuro, Tierney y su equipo planean usar la misma técnica para recrear períodos cálidos en el pasado de la Tierra. «Si podemos reconstruir climas cálidos del pasado podremos comenzar a responder preguntas importantes sobre cómo reacciona la Tierra a niveles realmente altos de dióxido de carbono y mejorar nuestra comprensión de lo que podría deparar el cambio climático futuro», concluye.
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