Gagarin tocó las estrellas hace sesenta años
El cosmonauta soviético se convirtió en el primer hombre en volar al espacio. Documentos desclasificados demuestran que las autoridades temían que tuviera lugar un accidente, que Gagarin muriera o perdiera la razón. Incluso, el padre de la cosmonáutica soviética, Serguéi Koroliov, le preparó comida para tres vueltas a la Tierra, ante la posibilidad de un fallo técnico.
Hace sesenta años el cosmonauta soviético Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en volar al espacio, una hazaña que sigue enorgulleciendo a los rusos y maravillando al resto del mundo, ya que, según pasa el tiempo, se descubren nuevos detalles de su increíble odisea.
“Mi padre partió rumbo a lo desconocido con un 50 % de posibilidades de volver. ¿Qué significa un 50 %? Que podía tanto regresar como que no”, comenta a Efe su hija Yelena, directora de los museos del Kremlin.
Desde entonces, el ser humano ha llegado a la Luna y ha enviado naves a los últimos rincones de nuestra galaxia, pero ningún hito es comparable con el que protagonizó un hombre de origen campesino el 12 de abril de 1961 al dar una vuelta alrededor de la Tierra.
Un viaje a lo desconocido
“¡Poyéjali!” (¡Allá vamos!), dijo Gagarin antes de despegar a bordo de la nave “Vostok.
El vuelo fue, sin duda, un viaje a lo desconocido. Muchas cosas podían salir mal. De hecho, hubo en el último momento un fallo de hermetismo y hubo que volver a colocar los 32 tornillos que sellaban la escotilla de la cápsula.
Los documentos soviéticos desclasificados demuestran que las autoridades temían que tuviera lugar un accidente, que Gagarin muriera o perdiera la razón. Incluso, el padre de la cosmonáutica soviética, Serguéi Koroliov, le preparó comida para tres vueltas a la Tierra, ante la posibilidad de un fallo técnico.
«No hay y nunca habrá cien por cien seguridad del éxito de un vuelo espacial, especialmente el primero. Es difícil decidir a quién enviar a una muerte segura», escribió en su diario Nikolái Kamanin, instructor jefe de los cosmonáutas soviéticos.
El propio Gagarin, consciente del riesgo que corría, escribió una carta a su esposa en la que le daba permiso para volver a casarse, aunque también dejó plasmado en su testamento: «Creo totalmente en la técnica. No debe fallar».
Las instrucciones contemplaban la posibilidad de que se catapultara 40 segundos después del despegue, aunque los anteriores dos lanzamientos de prueba con perros habían sido un éxito.
Ante la posibilidad de que aterrizara en otro país, decidieron escribirle en el último momento en la escafandra, «CCCP», el acrónimo de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
También se prepararon tres versiones oficiales de lo ocurrido, aunque, finalmente, el despacho que lanzó la agencia TASS informó del “exitoso regreso del hombre del primer vuelo espacial”.
“La valentía de mi padre, eso es lo que despertó admiración. Era algo sin precedentes para su tiempo”, explica la hija.
Además, según aseguran los historiadores, el vuelo no duró 108 minutos, como se creía hasta ahora, sino poco más de 106.
Gagarin volvió sano y salvo y la Unión Soviética logró una de sus mayores victorias durante la Guerra Fría. Estados Unidos le adelantaría en los años siguientes en la carrera espacial, pero el Kremlin golpeó primero.
Rumiá, la niña que vio a Gagarin
“Para mí, el cosmos es Gagarin”, dice a Efe Rumiá Nurskánova, la primera persona que vio al cosmonauta tras su aterrizaje en un campo de la región de Sarátov, a casi mil kilómetros de Moscú.
Rumiá tenía 4 años y medio cuando vio descender la nave con dos grandes globos rojos.
“Estaba plantando patatas con mi abuela. Poco después de avistar los globos, vimos que entre la hierba se nos acercaba alguien. Al principio, pensábamos que no era un ser humano”, rememora.
Su abuela comenzó a rezar por miedo. Entonces, agrega, «oímos una voz de ultratumba: ‘soy de los vuestros'».
«Mi abuela le ayudó a quitarse la escafandra y vimos que era un hombre sonriente. Le ofrecimos un vaso de leche», recuerda.
Para sorpresa de Gagarin, ellas nunca habían oído hablar de él, ya que no tenían ni luz ni radio.
«Ni siquiera sabíamos que la URSS había enviado un hombre al espacio. Gagarin y mi abuela fueron a ver el estado de la nave, pero yo me tuve que quedar, ya que la ternera se quería comer las patatas. En ese momento, las patatas eran más importantes que Gagarin», asegura entre risas.
Tanto ellas como el lugar de aterrizaje se convirtieron en celebridades. Curiosamente, Gagarin murió en marzo de 1968, dos meses después que su abuela.
Todos los años Rumiá vuelve invitada por las autoridades locales, aunque la casa de madera ya hace mucho que no existe y en su lugar han erigido un parque memorial y un museo, que fue visitado hoy por el presidente ruso, Vladímir Putin, y la primera mujer que voló al espacio, Valentina Tereshkova (1963).
En una demostración de la importancia histórica de Gagarin para este país, cerca del 70 % de los rusos se conoce de memoria la fecha del histórico vuelo.
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